»Dios ha establecido mi casa;
    ha hecho conmigo un pacto eterno,
    bien reglamentado y seguro.
Dios hará que brote mi salvación
    y que se cumpla todo mi deseo.
Pero los malvados son como espinos que se desechan;
    nadie los toca con la mano.
Se recogen con un hierro o con el asta de una lanza
    y ahí el fuego los consume».

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